LA TRAVESÍA

En sólo 24 horas puedes experimentar diferentes estados de ánimo que te hacen recorrer un laberinto de infinitas sensaciones. La felicidad y la tristeza son instantáneas y de la misma forma que llegan y sobrevuelan tus pensamientos, la risa y el llanto se pueden transformar como fantasmas y pasar a formar parte de tu paisaje, del mapa de identidad que te definen como ser humano.

Nuestro estado de ánimo experimenta una travesía continua y cambia a cada décima de segundo, del mismo modo que las nubes que ves en el horizonte moviéndose a gran velocidad, aunque parezcan dibujadas en un firmamento que permanece sólido y estable. Lo cierto es que todo cambia fugazmente a tu alrededor y la mayoría de las veces no tienes tiempo de pensar si tu siguiente paso lo darás sobre suelo sólido o lo harás sobre el aire, en un infinito invisible que no puedes controlar y te hace caer en un vacío inexplicable.

La prisa es siempre tu mejor compañera, pues te evita pensar y te ayuda a seguir tu camino sin sobresaltos, sin tener que tomar decisiones trascendentales, sin que experimentes miedo al fracaso, sin que sepas si sueñas dormido o caminas despierto. A veces lo haces por instinto, otras por necesidad, otras por obligación y otras por liberación. Vivimos en una sociedad donde los límites tienen fecha de caducidad y donde lo que hoy produce furor y ambición, mañana puede desaparecer y estar muerto.

Sé que tienes miedo a ser invisible, a que tu vida transcurra sin sentirte protagonista, a desaparecer del mundo sin haber saboreado el vértigo que produce el éxito de hacer algo memorable que cambie tu existencia y la de los demás. Sientes miedo al olvido, a pasar por la vida sigilosamente, a que nadie te recuerde. Sé que con frecuencia te preguntas qué hubiera sucedido si en lugar de tomar una dirección, hubieses tomado la contraria. Si en lugar de marcharte de un lugar, decides permanecer en él. Si en vez de romper con algo o con alguien de tu pasado, decides quedarte a su lado. Y la duda permanece siempre dentro de ti.

¿Piensas que tu vida habría sido diferente?, ¿habrías podido evitar tu sufrimiento o el de las personas a las que quieres?. ¿Habrías podido cambiar algo o cambiar tú mismo?. Mientras piensas esto, las agujas del reloj siguen girando y en cada tic tac imaginario, estos interrogantes se dibujan en tu mente y crean un espacio de inseguridad falsamente segura, donde puedes llegar a sentirte cómodo, pues la rutina es nuestro mejor animal de compañía.

Pero la realidad es que te arrepientes constantemente. Deseas volver atrás y retroceder a ese instante donde tomaste esa decisión equivocada que cambió para siempre el curso de tu existencia. Las dudas te acechan, siempre permanecerán en tu interior. Los sueños se pueden tornar en pesadillas, las ilusiones en frustraciones, pero en el fondo de tu ser sabes que todo lo que has vivido es la travesía que debías recorrer para llegar al punto de madurez y sabiduría en el que te encuentras en este preciso momento.

No puedes cambiar lo que te ha sucedido. No puedes retroceder en el tiempo cuando cierres tus ojos, ni volver a ser el protagonista de sueños que una vez dejaste atrás. Tampoco puedes volver a ser aquel niño que rompió el jarrón sin querer y culparte otra vez por ello, ni saborear más aquel guiso que tu abuela te hacía con tanto cariño…Todo aquello se ha marchado, pero ha pasado a formar parte de ti y de tu esencia.

Es el resultado de lo que eres hoy en día…¿Lo cambiarías?. Seguro que no. Si miras con perspectiva la travesía de tu vida y comprendes que aquello que aceptas, te transforma, podrás reconciliarte contigo mismo, con tu pasado y con tu presente. El día y la noche se unirán en un solo cielo, porque te sentirás en paz contigo mismo y el universo.