NO INTENTES CAMBIAR EL SISTEMA. CAMBIA TÚ

Cuando era adolescente, soñaba con cambiar el mundo y con realizar una gran contribución a la humanidad que mejorase sustancialmente la vida de millones de personas. Admiraba la sabiduría de mis profesores y pensaba que la vida me tenía deparada la mejor de las sorpresas. Soñaba con el espacio, con la llegada del hombre a la luna, con el descubrimiento de la penicilina o de la electricidad y con la aportación de grandes genios que han cambiado la historia de la humanidad.

 

Estoy segura que más de una vez has pensado lo mismo que yo, y sin embargo, con el paso de los años te has dado cuenta que tu vida no ha sido como esperabas, que te has equivocado de carrera,  que la mayoría de empresas donde has trabajado dejan mucho que desear por su desconsideración y falta de reconocimiento profesional hacia el empleado y que personas que considerabas amigas, te han dado la espalda cuando más las necesitabas.

 

Hoy me gustaría hablarte de algo que me ha ocurrido recientemente y que me ha hecho reflexionar sobre la imposibilidad de cambiar el Sistema, de poder hacer algo relevante que cambie el mundo. Si lo haces, recibirás un fuerte palo en la cabeza, o lo que es lo mismo, un fuerte golpe emocional del que saldrás gravemente perjudicado y entonces te darás cuenta que en realidad sólo puedes ayudarte a ti mismo y como mucho a tu núcleo más cercano, es decir, familia y amigos íntimos.

Siempre he desarrollado una gran sensibilidad hacia las personas mayores que no tienen a nadie en la vida y cuando pasas por su lado, observas que están sentadas en un banco, con la mirada perdida y enredados en la memoria de tiempos pasados mejores o bien que te miran buscando auxilio en tus ojos indiferentes.

También siento gran sensibilidad hacia las personas sin techo, que viven durante todo el año en la calle, pasando todo tipo de necesidades y expuestos a inclemencias  de todo tipo y a las que la mayoría de la gente que pasea por la calle, parece no ver, como si fueran seres invisibles que forman parte de un universo paralelo, donde lo que resulta «feo y desagradable» no existe ante tus ojos y  sólo existe la belleza y la perfección de las falsas fotos de instagram. Pero en realidad, son seres humanos, personas cuyas vidas se han «roto» en un determinado momento y han perdido todo, hasta el punto de vivir en una esquina, en un rincón, tapados en invierno con mantas de frío y nieve y en verano soportando elevadas temperaturas que hacen derretir su corazón.

 

A continuación, te voy a contar mi historia personal con un sin techo que conocí este verano, por si te sirve mi experiencia personal. En el mes de mayo aproximadamente, se instaló en mi barrio, en el portal de un local vacío en alquiler, un chico joven, que llevaba barba, gafas y siempre estaba leyendo, escuchando música o perdido en sus pensamientos. Parecía buena persona, iba aseado, no bebía alcohol y llevaba una vida aparentemente tranquila. Un día, al pasar, le dí un bocadillo, sin embargo no me atreví a interrumpir su aparente soledad por temor a molestarle, pues casi siempre que pasaba por allí le veía con sus cascos puestos escuchando música o escribiendo, como si quisiera poner un océano infinito entre el ruido de la gente y de la ciudad y entrar en un planeta paralelo, donde realmente se sentía feliz y realizado.

Sin embargo, cuando llegó el mes de junio, una tarde de mucho calor, me compré una botella de agua mientras andaba sudando por la calle y entonces pensé en este chico y sentí que si yo me tomaba esa botella de agua fría, en realidad, tenía la obligación de llevarle otra a él, pues el calor era insoportable. Dicho y hecho, le compré una botella de litro y medio de agua helada, me acerqué a él, me presenté y se la entregué. Me dio las gracias y a partir de ahí comenzamos a hablar y nos hicimos grandes amigos. Resultó ser una persona muy agradable y sociable, hasta el punto de que pude observar, cómo cada día venían diferentes vecinos del barrio a pasar un rato con él o le traían a sus mascotas, pues él es un amante de los perros. Entonces me dí cuenta, que era un chico muy carismático, con mucha empatia hacia el ser humano.

Sé que lo que más aprecian las personas que están solas en el mundo es un poco de compañía, así que, cada tarde me acercaba a verle antes de ponerse el sol y regresar a mi casa, le llevaba comida y me quedaba charlando con él un buen rato. Por primera vez en mucho tiempo sentía que había hecho un amigo de verdad y que pertenecíamos a la misma generación, que conectábamos y teníamos muchas cosas en común, con la diferencia de que la vida nos había tratado de diferente forma y nos había hecho tomar caminos diferentes.

 

A partir del mes de julio comencé a invitarle cada tarde a tomar café en una cafetería cercana, le llevaba al supermercado cada vez que hacía mi compra y le decía que cogiese todo lo que necesitase, como así hacía. E incluso una tarde, después de invitarle a comer en el restaurante donde a veces tomaba el menú del día, le llevé a comprar ropa de verano, como si fuera mi hermano pequeño. A todo esto debo decir, que a mí no me sobra el dinero ni mucho menos, pero siempre he sido muy generosa y compasiva y eso me ha llevado a tener grandes problemas en la vida, pues me he involucrado en «guerras» que no eran mías, saliendo «herida y perjudicada» cual Don Quijote de la Mancha la mayoría de las veces. Además de mi ayuda, había otra vecina del barrio muy generosa que cada día le lavaba y planchaba la ropa sucia en su casa, le traía ropa prácticamente nueva que la gente tira casi sin usar a los contenedores, e incluso le invitaba a cenar en la terraza de su casa cada noche y gracias a él, nos hemos hecho amigas. La solidaridad nos ha unido a ella y a mí, dos almas solitarias y generosas.

Prosiguiendo con la historia de este chico, de cuyo nombre prefiero no acordarme, debo decir que estaba al día de las tecnologías y tenía un canal de youtube, con un proyecto muy bonito para realizar un vídeo donde se recordase una vez al año (creando un día internacional) a las personas que habían perdido su vida en las calles. Se hizo abanderado de esta causa, de los llamados «sin nombre». Yo me ofrecí a participar en el video, aportando lo mejor que sé hacer, escribir un texto de concienciación sobre este problema. También la vecina que le lavaba la ropa y es una reputada y reconocida periodista de nuestro país, colaboró en esta causa.

A mediados de julio, el Samur Social ofreció a este chico alojamiento en un hostal durante 3 meses de forma gratuita. Una habitación para él sólo, un techo, de tal forma que en ese período de tiempo pudiese encontrar un trabajo y reinsertarse en la sociedad, pues consideraban que en su caso era posible. Si alguna vez he vivido un milagro, ése fue uno de ellos. Verle salir de la calle. Me sentí muy feliz al saber que este chico, con una infancia y adolescencia tan infeliz, después de tres años y medio,  dejaba la calle y tenía un lugar donde dormir. Me pareció una verdadera bendición. También he de decir que intenté mover mis escasos contactos y también a través de la red profesional de linkedin, para encontrarle un trabajo, pero aparte de dar visibilidad a su problema, no obtuve respuesta alguna por parte de nadie.

En el mes de agosto me marché a Huelva, mi tierra, a pasar las vacaciones con mis padres y hermanos, siempre pendiente de este chico y de que no le faltase nada básico para su subsistencia diaria. Estábamos en contacto permanente.

A mediados de agosto, este chico, cuyo nombre prefiero mantener siempre en el anonimato para no perjudicarle, me llamó y me dijo que a través de una conocida, había obtenido un trabajo como barrendero o personal de limpieza de la calle, en Paracuellos del Jarama, pero que no tenía dinero ni para el abono de transportes B1, que cuesta 70 euros aproximadamente, ni para comenzar el trabajo. Entonces le dije que no se preocupase, Que fuera primero a sacarse este abono y yo le hice una transferencia inmediata de 100 euros a su cuenta para que pudiese empezar el trabajo y comprar el abono de transportes.  A todo esto, debo decir que yo estaba en el paro, pero mi necesidad de ayudarle  y verle prosperar era superior a cualquier dinero que yo pudiese necesitar para mis gastos personales. Él me prometió devolvérmelo cuando cobrase el primer sueldo y confié plenamente en él. Pero no sólo le di este dinero, cada vez que le veía o quedaba con él, le daba 20 o 30 euros, aparte de la comida que le compraba en el supermercado, para que no le faltase dinero, eso por supuesto, siempre regalado y sin esperar nada a cambio.  Me alegré mucho de que empezase a trabajar, de ser dado de alta en la seguridad social y poder contribuir de alguna manera, a su reinserción social. A los pocos días y como aún no había cobrado, le hice otra transferencia de 50 euros, que también prometió devolverme y cuando regresé a Madrid, el 25 de agosto, quedé con él al día siguiente para invitarle a comer a un restaurante y después le llevé al Corte Inglés y le compré una «cocina eléctrica» para preparar la comida en su habitación, además de cacerolas y sartenes, pues me dijo que gastaba mucho en comer fuera, al no poder cocinar, lo cuál supuso otros 50 euros de desembolso. Además le compré más comida. Él quedó muy agradecido y nuevamente me dijo que me devolvería estos 200 euros en cuanto cobrase.

Llegó el mes de septiembre, el final del verano y también se le rompió el móvil a este chico, así que le presté uno que tenía de repuesto con el cargador, hasta que pudiese comprarse uno, también con la promesa de devolvérmelo. En el mes de septiembre, sufrí un grave problema digestivo y no pude incorporarme a un puesto laboral que, por primera vez en mucho tiempo me habían ofrecido y donde tenía previsto incorporarme el 17 de septiembre. Era un proyecto bonito, en una empresa maravillosa, donde tendría un jefe que no puede ser mejor persona y ser humano. El sueño de cualquier persona. Me sentía feliz. Pero el destino o la mala suerte quiso que mi problema de salud empeorase y no pudiera incorporarme a la empresa. En lugar de ello, me pasé semanas con pruebas médicas, diarrea que no cesaba, dolor abdominal fuerte y una dieta blanda con la que aún sigo después de más dos meses, en los que ningún médico de aparato digestivo y otras especialidades, han encontrado la causa a mi problema, aparte de decirme lo ya sabido, que tengo el colon irritable. Muchos días los pasé sola en mi casa sin poder salir de la cama, sin nadie que viniera a visitarme o a acompañarme en mi pena, dolor y soledad. Sólo una vecina y un amigo venían a verme a diario o a traerme aquarius y los pocos alimentos que podía tomar y mi familia, por supuesto, pero este chico de repente comenzó a desvanecerse y a desaparecer del horizonte y de mi vida, de un día para otro, pues ya no me necesitaba. Para mí fue muy doloroso dejar de saber de él, perderle como amigo sin ni siquiera saber por qué.  De hecho adoptó un perrito y desde entonces sólo parecía importarle su perrito, su trabajo y su bienestar, dejando de acordarse de las pocas personas que le habíamos ayudado cuando vivía en la calle y pasaba sus peores horas. Todo ello comenzó a decepcionarme y empecé a darme cuenta si en realidad había sido mi amigo por desinterés o más bien por puro interés, pues según he sabido después  por personas allegadas, hablaba mal de mí a mis espaldas todo el tiempo y contaba lo que sabía de mi vida, a personas que ni siquiera me conocían de nada.

Ha llegado el mes de octubre, el comienzo del otoño y la caida de los primeros rayos de sol y yo sigo enferma, sin poder incorporarme a este puesto laboral que con tanta ilusión deseaba comenzar, pues mis problemas digestivos no cesan. Entonces le escribí a este chico (que ya había cobrado dos nóminas, una de ellas completa y además a día de hoy, sigue teniendo el alojamiento gratuito en el hostal y también hace trabajos extras que le generan más ingresos) y le pedí que por favor me devolviese mis 200 euros y el móvil, pues los necesitaba al no haber podido comenzar a trabajar. Pero él hizo caso omiso, dando el silencio por respuesta. Me sentí muy decepcionada ante su falta de solidaridad, pues yo le había tratado como a un hermano y de hecho era así como le llamaba. En la película El Padrino, hay una famosa frase, donde Don Corleone dice a su hijo que nunca amenaces a nadie, porque entonces pones en «aviso» al enemigo. Pero yo me sentía tan sumamente dolida, pues este chico me había bloqueado en whatsapp, en instagram y no daba señales de vida, hasta el punto de que le llegué a decir, que si no me devolvía mi dinero y mi móvil, me vería obligada a denunciarle. Error.

A partir de ahí, se aferró a esas palabras y me dijo que como le había amenazado con denunciarle, me lo devolvería cuando le saliera de los mismísimos, cosa que no ha sucedido nunca, ni creo que suceda. Doy por hecho que he perdido el dinero, el móvil y por supuesto su falsa amistad. Es más, le he escrito por las buenas, disculpándome y asegurándole que jamás le denunciaría y ni siquiera me ha respondido. Y voy más allá aún. Si hubiera empezado a trabajar en septiembre, le habría perdonado los 200 euros, pues es lo que pensaba hacer. Así que doy todo por perdido, pero aprendo la lección, y es que jamás volveré a ayudar a un desconocido, del que no sé ni su procedencia, ni su manera de pensar y va recubierto de un falso carisma, con el que atrae a las personas a las que llama amigos y que ahora ignora y desprecia. De alguna manera, me he sentido como la protagonista de Viridiana, acogiendo a personas necesitadas, que en lugar de agradecerte lo que haces por ellas, sacan lo peor de sí mismas y te tratan mal y se aprovechan de tu bondad y generosidad.

A día de hoy sigo sin poder incorporarme a este ilusionante puesto laboral,  después de varios años sin tener una sola oportunidad profesional decente o de tener algunas sin futuro ni proyección profesional, sin diagnóstico,  sometida a todo tipo de pruebas médicas y pensando en por qué una calurosa tarde del mes de junio tuve la «buena idea» de llevarle una botella de agua a un sin techo, que no conocía de nada y que me ha complicado la vida sobremanera, me ha hecho llorar, perder mucho dinero y lo peor de todo, hacerme sentir mal conmigo misma. Porque ahora pienso que mi excesiva bondad me ha llevado a ser «gilipollas» y eso es algo que no me puedo perdonar, porque antes de ayudar a un desconocido, debería hacerlo conmigo misma.

Sobre todo siento, que una persona que actúa de esta manera tan ruin, no puede dar voz a los «sin nombre», pues él es un aprovechado, que nada más tener trabajo y un medio de vida le ha dado la espalda a las pocas personas que le ayudamos a salir de la calle, entre ellas yo. He pedido al realizador del vídeo que quite mi texto del mismo, pues no me siento identificada con una causa que esta persona no representa en absoluto, pues su comportamiento deja mucho que desear, pero por supuesto, ha hecho caso omiso. Puedo asegurar que me he gastado más de 500 euros en ayudar a esta persona, entre comidas en restaurantes, compras en supermercados, ropa nueva, abono de transportes, material para cocinar o ayudar a su perro. Todo eso lo he hecho por amistad y cariño, pues no necesito aliviar mi conciencia de nada, pues no soy mala persona, jamás he puesto la zancadilla a nadie, ni he hecho nunca daño a otro ser humano, ni he despedido a nadie de mala manera de una empresa (como hicieron conmigo en su día para meter a la hija de un político en mi puesto)…y entonces, es cuando, sientes que la vida no te trata como te mereces. Pero la realidad es: ¿me trato yo cómo me merezco?. La respuesta es NO. Porque si antepones el bienestar de una persona al tuyo propio, te aseguro que acabarás gravemente perjudicado.

La cuantía económica perdida ya no importa, ni el daño moral que me ha hecho esta persona, porque yo lo he permitido de alguna manera, al meterme en algo que no era de mi incumbencia.  Podía haber hecho como casi todos, ignorarle y hacer como si no pasara nada. Pero  no soy así. Lo único que importa es, que cuando reflexiono sobre el mundo, me doy cuenta que no puedes cambiar el Sistema, que no puedes ayudar a una persona que vive en la calle ni involucrarte en su vida, ni puedes hacer cambiar su universo. No. No puedes. Olvídalo, porque el que perderás serás tú.

Tampoco puedes evitar que la mayoría de puestos de trabajo que se consiguen en nuestro país, sean dados a través de recomendaciones y que no salgan ofertas laborales reales a las que puedan optar personas con mayores méritos curriculares. No pongas tus esperanzas en un partido político que al final sólo cumple con sus intereses y no con los de los ciudadanos de a pie. No van a mejorar tu calidad de vida, sólo la de ellos. Ten presente que muchas personas morirán en eternas listas de espera, mientras otras tienen acceso privilegiado a los hospitales y a operaciones urgentes, previo pago.  Los sueños de mi adolescencia se han evaporado. La S de Superman ha desaparecido. Ya no hay super héroes. Esto es el mundo real.  Si intentas hacer algo para cambiar o mejorar la vida de alguien o cambiar el Sistema, te verás abocado a sufrir las consecuencias. No lo hagas. No seas como yo y piensa en tí.

Quizá sólo la maldad triunfe. Sé que no puedo ser como el «joker» de Batman, ni podría ser una jefa hija de puta que trata mal a sus empleados o los despide sin ningún motivo. Sé que no puedo mirar a otro lado ante las injusticias ni dar la callada por respuesta. No sirvo para eso. Mi sensibilidad me lo impide. Pero entonces tendrás que acostumbrarte a estar en el bando de los perdedores o en el de los fracasados, porque si intentas ser solidario lo único que vas a conseguir es que se aprovechen más de tí.  Ayer vi una película de Stephen King donde un payaso malvado se aparece a unos niños y les dice : «me alimento de vuestro temor» y de hecho cada uno de estos niños veía al payaso sólo cuando tenían miedo, porque sólo existía en sus mentes. En la vida real sucede igual.  El miedo se apodera de nosotros y se alimenta de nuestra incertidumbre, de aquello que no cambia en nuestras vidas, ni mejora y nos hace pensar la típica frase de «siempre estaré igual de mal» y tirar la toalla. Y es así precisamente cómo atraemos circunstancias negativas a nuestra vida. Por alimentar ese temor. Y somos lo que pensamos.

Me gustaría terminar este artículo, con una maravillosa y conocida frase de Viktor Frankl, a quien siempre tengo presente cuando reflexiono sobre la vida: «Cuando ya no podemos cambiar una situación, nos encontramos ante el desafío de cambiarnos a nosotros mismos».  

Así que, si de alguna manera te ha servido algo de lo que aquí haya podido contarte, no te invito a que te quedes de brazos cruzados o cierres los ojos a la realidad que te rodea. No. No lo hagas. Pero tampoco te pongas en el pecho la S de «Salvador» porque por desgracia el Sistema nos impide destacar o hacer algo que mejore sustancialmente la vida de los demás. El Sistema se encarga de corromper tu alma, de convertir tu corazón en un cristal duro e irrompible donde al final «todo te da igual» y si no que se lo digan a esta persona que acaba de salir de la calle. Al tener una vida normal, ha pasado a formar parte de ese Sistema donde sólo te importa tu vida y no ves más allá.  Y si haces lo contrario, recibirás un duro castigo y perderás aquello que tienes, como me ha sucedido a mí. Quizá pienses que hay un punto medio, un equilibrio, pero en realidad no existe. Sólo existen los opuestos.

Realmente se necesita una conciencia colectiva, un cambio profundo en nuestra mentalidad, al que todavía, a día de hoy, el ser humano no está preparado a llegar. Porque tal y como decía John Donne: «Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo de continente, una parte de la tierra…». 

 

4 comentarios sobre “NO INTENTES CAMBIAR EL SISTEMA. CAMBIA TÚ

  1. Siempre es un placer leer un nuevo texto tuyo, Amparo, aunque te confieso que éste, por su tinte amargo, me ha subido hiel a la boca. Comprendo y lamento tu decepción, aunque sigo pensando que tu actuación fue impecable y muy solidaria; por ponerle un pero quizás hubieras necesitado un poco más de prudencia.

    Entendiendo que tu amargura reciente pueda llevarte a pensar que actuaciones como la tuya no sirven de nada y sólo generan frustración, pero en eso no puedo estar muy de acuerdo: naturalmente que sirven, a pesar de que haya personas que no lo merezcan, personas que, bajo un disfraz de personas valiosas, cuando consiguen salir de una situación complicada les asalta la desmemoria, y se olivdan por completo de aquellas buenas personas que les ayudaron en los momentos difíciles. Pero personas como tú, no pueden traicionar su natural solidario y altruista por ese tipo de personas, porque entonces se traicionarían a ellas mismas.

    Pero lo que más siento es tu estado de salud, aunque estoy convencido que se solucionará, y volverás a brillar con tu especial luminosidad. Y podrás incorporarte a ese puesto laboral que te espera, más pronto que tarde, y demostrarás con creces tu valía profesional y personal.

    Un beso fuerte

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  2. Como dice una vieja y sabia frase castellana, se ha juntado el hambre con las ganas de comer. Por un lado, una persona desinteresada, generosa, sin maldad, sin motivacion oculta, sin animo de lucro, sin ningun tipo de limites a la hora de ayudar, en definitiva, una persona de las que ya no se encuentran, y si se encuentra, nos causa extrañeza. Y, por otro lado, una persona necesitada, acostumbrada ya a saber lidiar con la calle (con lo que ello conlleva), una persona con mucha labia, carismatica , una persona que sabe ser especial, que nos dice lo que el sabe que es lo que queremos oir, una persona que sabe que en la situacion que vive en ese momento, es basico encontrar a alguien para poder sobrevivir, haciendonos creer que la historia que se ha creado entre los dos es «especial».
    Mi opinion personal es la siguiente. Uno no puede, no debe cargarse en exceso del problema de los demas. Digo esto desde el conocimiento, pues he trabajado durante bastante tiempo en un grupo de ayuda al toxicomano. Hay que saber mantenerse al margen en ciertos aspectos. Es dificil, y mucho a veces, saber separar nuestra vida de la de la persona a la que queremos ayudar. No nos podemos echar en la espalda la carga emotiva, sentimental, economica o social de nuestra ayuda, de nuestra buena obra. No podemos ser los mentores ni los progenitores, ni podemos llegar a creer que somos una ong en chiquitito.
    Hay que ayudar, pero hay que saber ayudar, no podemos volcarnos en una sola persona, porque podemos caer en el error que te ha pasado a ti, Amparo. Que te salga mal. Podria haber salido bien, habra gente que no haya tenido esta misma experiencia, pero tenemos que saber llevar los ritmos, y, si no sabemos, parecerlo.
    No se puede dar un pescado a diario a una persona que no tiene para comer, hay que enseñarle a pescar.
    Te deseo que te repongas lo antes posible de esta experiencia que te ha dado la vida. Un saludo.

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