UN PECECITO LLAMADO GABRIEL RECORRE EL UNIVERSO

Estos días nos hemos sentido especialmente conmocionados por la terrible muerte del pequeño Gabriel, cuya cara sonriente podíamos ver a través de cientos de fotografías distribuidas por los medios de comunicación y las redes sociales de toda España.

La esperanza es un sentimiento muy grande que nos hace caminar de puntillas por el cielo, cuando pensamos que vamos a hundirnos en el suelo y la tierra nos va a tragar por completo y ya no vamos a ser capaces de dar un sólo paso más y la familia de Gabriel y la sociedad nos hemos aferrado a ella con fuerza, con la ilusión de ver un arco iris luminoso en un día gris de intensa lluvia. Desgraciadamente, el arco iris se ha fundido en blanco y negro y estos días me cuesta conciliar el sueño pensando en la hermosa sonrisa de Gabriel, en su amor por los peces, por los juegos y en la curiosidad de un niño de 8 años, abierto a un mundo por descubrir, con su su carita llena de vida, de una vida rebosante de amor a la que todavía le quedaban mil aventuras por vivir. Por crecer. Por aprender. Por escribir páginas y páginas en blanco. Por dibujar miles de peces de colores que irían a habitar a los mares de todos los confines del planeta.

 

No quiero centrar mi relato en lo cruel que ha sido la persona que ha asesinado a este pequeño a sangre fría, sólo motivada por celos y sentimientos irracionales, no quiero que sea la protagonista de estas líneas donde quiero rendir homenaje a un pequeño héroe y a sus padres, ni que estropee el recuerdo que ahora mismo tengo de la sonrisa y la dulzura de Gabriel.

Pero tampoco puedo olvidar los crímenes de niños y adolescentes que se producen cada día en España impunemente, con penas de prisión que son irrisorias.  Hoy ha sido Gabriel. Pero en los últimos tiempos hemos vivido sucesos muy duros y espeluznantes como la interminable desaparición y desgarradora muerte de Diana Quer, la de los niños de Huelva Ruth y José Bretón , o  la de Mari Luz…casos que aún están sin resolver como el de Marta del Castillo o la del propio Yeremi y muchos más sucesos de desapariciones, de las que los medios de comunicación ni siquiera se hacen eco, para no crear más consternación e incertidumbre en una sociedad crispada por la crisis y por la falta de recursos. No puedo imaginar cómo puede haber personas capaces de hacer daño a seres humanos inocentes, que no se pueden defender, que un día se cruzan por azar en su vida, como si todo formase parte de una obra de teatro orquestada en el que estos seres humanos inocentes sólo tienen la oportunidad de representar el papel de perdedores, de víctimas,  cuyas vidas les son arrebatadas en unos pocos segundos, como si su propia vida no valiera nada. Y a veces nunca se descubre al asesino. Aún no he podido olvidar, cuando era adolescente y viví en primera persona, el asesinato de las niñas de Alcásser. La cobertura informativa de este suceso, hasta entonces de una magnitud desconocida en España fue de tal envergadura, que durante meses pasaba miedo cada noche,  sufría pesadillas, literalmente temblando cuando pensaba en el asesino de estas niñas y en si me podría pasar lo mismo y  a día de hoy sigue huido de la justicia ¿Tiene explicación?. Demasiados interrogantes sin resolver.

 

Pero como he comentado antes, no quiero dar protagonismo a los monstruos que hacen este tipo de barbaridades, porque no los puedo calificar de otra manera, pues quien hace daño a un niño o a cualquier ser humano, no puede ser calificado como persona.

Hoy me gustaría seguir el ejemplo de la madre de Gabriel, que ha aceptado con entereza y resignación la muerte de su hijo, sin culpar  ni odiar a nadie,  como ella misma dice «nuestro pescaito se nos ha ido al cielo». Me gustaría hacer un homenaje a todas las mujeres que tienen la valentía de tener hijos en un mundo donde cada día es más difícil vivir con dignidad, donde no nos ponen nada fácil el poder ser madres ni padres y donde nos enfrentamos a una incertidumbre total acerca del futuro de nuestros hijos, pero aún así somos valientes y queremos traer una vida al mundo a la que dar todo nuestro amor. Para mí ésos son los verdaderas héroes de la sociedad, miles de padres y madres anónimos y luchadores, que silenciosamente cuidan a sus hijos desde el primer segundo de vida y a cada nuevo paso que dan sus hijos, sienten un verdadero triunfo y cuando un día parece torcerse por cualquier dificultad de la vida, la simple sonrisa de tu hijo puede agrandar tanto tu corazón que sientes que vas a explotar de felicidad.

Hacer  conocer a tu hijo un mundo lleno de valores, de solidaridad, de alegría, de juegos pero también de responsabilidad, haciéndole saber que también hay tristezas e injusticias y enseñárselo con todo el amor del mundo, es el bien más preciado que puedes dejarle a tu hijo en herencia.
Y es en ese vientre cuando soñamos cómo serán nuestros hijos, cómo les llamaremos, cómo nos gustaría criarles en los valores y educación que hemos recibido de nuestros padres y abuelos. Y es cuando nace tu hijo, cuando tú dejas de ser tu prioridad absoluta y todo tu mundo gira en torno a tu hijo, que se convierte en el pequeño rey o reina de tu vida.

 

Nuestro amor es tan grande cuando vemos por primera vez la cara de nuestro hijo,  que nada del mundo puede borrar el sentimiento más bonito del universo. El amor de una madre. El amor de un padre. El amor del hijo por sus padres. Esa comunión que durará para siempre. Ese cordón umbilical que permanecerá unido de forma invisible por y para siempre. Y cuántas noches pasaremos en vela porque a nuestro hijo le duelen los dientes, o no se encuentra bien, o tiene fiebre y debemos esperar horas a ser atendidos por el pediatra, cuántas veces nos gustaría ser nosotros los que sufrimos ese dolor y evitárselo a nuestro pequeño. Pero forma parte de la vida. Felicidad y dolor van inseparablemente unidos y es en ese amor cómo enseñamos a nuestros hijos que la vida y la muerte van indisolublemente unidas y de la mano.

No hay nada más desgarrador que la muerte de un hijo. La tierra se abre bajo tus entrañas y ni siquiera puedes gritar del dolor tan inmenso que sientes. Seguro que la madre y el padre de Gabriel, dentro de la enorme tristeza que sienten,  albergan en su corazón todo el amor que han dado a su hijo en estos años, la suerte que han tenido de poder compartir con él estos escasos 8 años de vida, los veranos compartidos en las playas de Almería, el primer día de colegio. Los trabajos manuales del día del padre y de la madre, los disfraces de carnaval. La hora de la merienda, las fiestas de cumpleaños con sus primos y amigos del cole, los dibujos de la tele y la hora de hacer los deberes juntos. Esa foto el día que iba de excursión con sus compañeros o esa canción de Rozalén «Girasoles» que bailastes con tu hijo por última vez. Seguro que echaréis de menos el no poder compartir un día cualquiera de la vida de Gabriel, en el que una tarde en el parque podría ser como habitar en la ciudad de las estrellas. Ahora queda un largo camino por recorrer, para poder sanar estas heridas, pero estos recuerdos a su lado son vuestros y permanecerán para siempre en vuestra alma. Nada ni nadie podrá borrarlos jamás. Vuestro pequeño pececito os ha llenado de amor y felicidad y ese legado es vuestro, os pertenece para siempre.

 

Quiero pensar que detrás del odio, de la maldad y de las diferencias, existen muchas personas llenas de luz y de amor, como aquellos cientos de voluntarios que durante días estuvieron buscando a Gabriel por los montes y la sierra de Almería, personas dispuestas a cambiar el mundo y a dejar de lado las desigualdades para repartir paz, esperanza y solidaridad. Hay personas malas, luz y oscuridad van unidas de la mano, pero no debemos dejarnos vencer por el odio y por la venganza, debemos ser más fuertes y potenciar nuestra luz y nuestro amor.

Todos podemos cambiar el mundo si aportamos un pequeño gesto, aunque parezca muy pequeño, si permanecemos unidos, este gesto se convierte en algo infinito e imparable, en una marea humana. El mundo está lleno de mujeres y hombres buenos, como dice Rozalén en su canción.

Creed en ellos. No dejéis que vuestro corazón se deje vencer por el odio y el desprecio, porque entonces habrán ganado «los malos» y para los niños sólo existen «los héroes» y los cuentos siempre tienen un final feliz. Seguro que Gabriel estará orgulloso de ver, que a pesar de la gran pérdida que habéis sufrido, todavía podéis albergar en vuestro corazón el perdón y la sonrisa de saber que estáis hechos de una pasta especial, la de aquellos padres que a pesar de haber sufrido la mayor y más irreparable pérdida, siguen creyendo en la bondad y en la beldad de las personas y en que un mundo mejor es posible.

Hoy me quiero despedir de tí Gabriel, con este campo lleno de girasoles, que miran al sol y miran al cielo, desde donde ahora tú nos observas a nosotros con tu sonrisa y con tu corazón noble y despierto. Nos dejarás el ejemplo de una vida valiente, que no tuvo miedo en ningún momento, ni siquiera para enfrentarse a la persona que te quitó impunemente la vida. Esa persona tendrá que cargar eternamente con algo que no podrá borrar de su conciencia jamás y mientras tú, serás libre para siempre. Los pececitos nadan por el mar, pero los que son especiales vuelan por el cielo y tú eres uno de ellos. Algún día nos encontraremos en ese cielo surcado de estrellas y las nubes de corazón serán nuestras compañeras. Hasta pronto Gabriel. Nos has enseñado mucho. Nunca te olvidaremos.

5 comentarios sobre “UN PECECITO LLAMADO GABRIEL RECORRE EL UNIVERSO

  1. Sentido y muy bien construido ese mensaje de amor, de paz a todos y ese canto a ese Gabriel, que ha muerto, pero que por eso mismo seguirá vivo como canto a la bondad y la felicidad. Y ala vez al reflejo de un mundo que no controla todo, a pesar de que se tenga la última tecnología. Tal vez en el futuro se encuentre la forma de eliminar esa perversidad que habita en algunas mentes humanas,

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  2. Sin duda la de Gabriel es una pérdida injusta. Su vida, la experiencia y las palabras de sus padres han impactado nuestros corazones. Un excepcional homenaje. Y sí, hay que tener mucho coraje para ser padres en el mundo en que vivimos, afortunadamente aún hay valientes.

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