VACACIONES EN FACEBOOK E INSTAGRAM

Todo empezó por casualidad, por tontería. Hace cosa de un año me abrí un perfil en Facebook.

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Ya sabes, por todo eso de que tus amigos, tu familia….todos me decían: tío ¿dónde estás? ¿dónde te metes?. Al principio sólo seguía temas que me interesaban y lo miraba de pasada, pero al poco tiempo tenía más de 200 amigos de diferentes nacionalidades y mi horizonte comenzó a ampliarse. Podía estar al día de cualquier tema sin salir de casa, tan solo mirando la pantalla de mi ordenador. Opté por robar horas al sueño. Me pasaba horas y horas en Facebook.

Pero yo seguía adelante y mi perfil era cada vez más activo.

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Empecé a seguir fan pages de todo tipo y pronto comencé a sentirme desbordado de invitaciones a eventos. Todos los días tenía alguien a quien felicitar, algún concurso en el que participar o un compromiso que atender. Me sentía importante.

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Sin embargo, a su vez, pronto comencé a sentirme desilusionado. Encontré a un grupo de mi antiguo colegio. Hacía 200 años que no sabía nada de mis compañeros y me dio mazo de alegría retomar el contacto, pero cuando les propuse quedar este verano, ninguno tenía ganas o tiempo, todo era postureo y me llevé un gran chasco. Y eso por no hablar de esas personas a las que les escribes en privado y pone «visto tal día y a tal hora» pero pasan de ti y nunca te contestan. Te sientes completamente invisible, como si no existieras.

Y…¿qué me dices de todas esas fotos que sube la gente de sus vacaciones?

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La Riviera Maya, Italia, el Muro de Berlín… algunos que incluso te han dicho que son parados de larga duración, pero ahí los tienes, viviendo el verano de su vida, y mientras yo en el mismo pueblo donde he veraneado desde que era un enano, con mis padres y sin ninguna perspectiva.

Total, que tenía que pensar algo. Idear un plan. Así que sin pensarlo dos veces hice una foto de unas palmeras que hay a la entrada de mi urbanización y puse como titular «Mis vacaciones en Miami». Creo que dio el pego, la gente lo creyó y me escribían mensajes de todo tipo, pero me sentía defraudado conmigo mismo. Ya no sentía lo mismo por Facebook.

Para terminar de empeorar las cosas mis viejos me regalaron un Smartphone por mi cumpleaños, entonces me di también de alta en Instagram y ya no pude parar.

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Empecé a fotografiar espectaculares atardeceres, el mar, la luna llena, a grabar videos, a inventar frases maravillosas sobre la vida y a crear hashtags creativos y potentes que a nadie más se le ocurrirían. Comencé a obsesionarme con cuántos «me gusta» recibía a cada hora, a cada minuto, a cada segundo. Ya no tenía tiempo de leer, de quedar con mis amigos o de montar en bicicleta. Tenía que demostrar al mundo entero (o sea a Facebook y a Instagram) que mi vida era súper guay y perfecta y me sentía muy estresado por ello.

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Pero…¿sabes qué?. El otro día estaba comiendo con mis viejos en un chiringuito en la playa y cuando miré a mi alrededor vi que en algunas mesas estaban haciéndose fotos y repitiendo la instantánea una y otra vez para colgar la mejor foto en Facebook e Instagram.

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En otras mesas nadie hablaba, todos estaban colgados de sus móviles mirando las actualizaciones de su perfil o enviando whatsapps sin parar…Y mientras todo esto sucedía, la paella se enfriaba y nadie comía, ni disfrutaba de la playa.

Entonces me di cuenta de lo absurdos que podemos llegar a ser a veces los seres humanos, que en lugar de vivir y aprovechar el instante presente, nos matamos por aparentar una perfecta vida en Facebook,  Instagram o en cualquier otra red social, esos lugares virtuales donde parece que todo tu mundo es perfecto y que estás de vacaciones o de fiesta las 24 horas del día, cuando la realidad es bien diferente…. Y todo ¿para qué?, ¿para que le den a «me gusta» personas que en la mayoría de los casos sólo son conocidos o gente que no has visto nunca en tu vida?.

Así que llegué a casa y desactivé mis cuentas y no me arrepiento de ello tío.

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Ya lo sé, dirás que tú puedes controlarlo pero a veces se te escapa de las manos y al final no eres tú mismo, sino el resultado de tu vida a través de Facebook e Instagram y eso es bastante penoso para un chaval de 18 años como yo, o para cualquiera que se plantee el sentido de su existencia.

Mi bienestar personal ha comenzado ahora que he decidido tomar vacaciones en Facebook e Instagram  y activar mi vida en lo que realmente me interesa.

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De nuevo disfruto de mi tiempo libre haciendo las cosas que solía hacer antes, con mis amigos de toda la vida, que están aquí a mi lado y no a miles de kilómetros de distancia. Cuando miro una puesta de sol la disfruto yo y no pienso en la foto que voy a repetir hasta la saciedad para que los demás la vean perfecta.

Veo la vida a través de mi retina y no a través de la pantalla de mi Smartphone. Cuando camino por la calle, me siento lleno de vida, porque me presto atención a mí mismo y a la realidad que me rodea. Voy mirando hacia adelante y me siento feliz y relajado conmigo mismo, como si un nuevo mundo se abriera ante mis ojos y que sin embargo, siempre ha estado ahí.

Y ahora dime amigo y respóndeme a esta pregunta: ¿Eres de los que usan Facebook e Instagram o son Facebook e Instagram quienes te usan a ti?.

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Puede que no puedas cambiar la tecnología actual, ni cambiar a las personas o a la realidad que te rodea, pero sí puedes cambiar tú y la forma en que te relacionas con tu entorno y contigo mismo. No te digo que abandones Facebook, Instagram ni ninguna otra red social, no lo hagas si no quieres, pero aprende a vivir tu vida sin necesidad de la aprobación de los demás y  considera que tú puedes ser quien decidas ser en cada momento de tu vida.

Siempre serás auténtico si te sientes a gusto contigo mismo. Y sobre todo, vive una vida real, no virtual.

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13 comentarios sobre “VACACIONES EN FACEBOOK E INSTAGRAM

  1. Sin duda, esta es una de mis historias preferidas de las escritas por ti. Y, además, está de rabiosa actualidad. Las grandes multinacionales americanas, viendo muy bien el negocio que podía haber detrás de las redes sociales, han inventado plataformas virtuales que, aprovechando la credulidad y la estupidez de los humanos, obtienen gratuitamente información de nuestros gustos y preferencias, y la utilizan para hacer una publicidad personalizada que, a juzgar por la cotización en Bolsa de estas compañías, les reportan pingües beneficios. Y es que está de moda el «postureo» y la virtualidad, y mientras estamos pendientes de realidades evanescentes y gaseosas, nos olvidamos de lo verdaderamente importante: los amigos reales, las charlas reales, los goces reales; y seguimos alimentando los negocios multimillonarios de aquellos que nos venden pseudovida, y seguimos «jugando a vivir», en vez de bebernos la vida sin edulcorantes ni conservantes… Y así nos va…

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  2. Hola Juan Carlos, muchas gracias por tu comentario. Sabes que yo, como tú, pertenezco a esa generación anterior a las redes sociales y siempre he dicho y diré que no cambiaría mi infancia y todos los recuerdos que tengo de mi vida antes de las redes sociales, por la de ahora. Sinceramente puede que estemos ahora más conectados y tengamos más posibilidades de hacer cosas a distancia que antes no se podía, todos los beneficios de las redes sociales no voy a negar que existen y tienen su parte positiva, pero también nos deja más aislados a los seres humanos, pensamos que tenemos cientos de amigos y en realidad nos encontramos solos, pensamos que debemos compartir un estilo de vida en las redes y a lo mejor no se corresponde con la realidad, pero tenemos que aparentar que nos va muy bien…es como crear un «yo» que en realidad no existe porque tú eres de otra manera diferente a cómo te muestras en las redes sociales. Un abrazo y gracias por tus comentarios y reflexiones que siempre valoro y me resultan de mucha utlilidad

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  3. ¡Buen post amparo! La verdad es que hay gente un poco obsesionada con el tema, lo importante es tener seguridad en uno mismo, creo que quien necesita aprobación de gente que no conoce para sentirse bien, debería probar tus consejos una temporada!

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  4. Buenos días Juan Carlos, la verdad es que encontrar el punto intermedio es difícil pero se puede.
    Yo he separado mis cuentas personales de las profesionales y publico una vez a la semana y transmito mi estado de ánimo sea cual sea y quién no quiera seguirme es su problema.
    Procuro disfrutar de mi familia y mis amistades y por supuesto de mi buscando esos mementos tan necesarios de soledad y silencio.
    Un abrazo.
    Comparto tu post, es genial para reflexionar.

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  5. Buenos días, Ampari:

    ¡Cuánta verdad hay en lo que has escrito! querida amiga. La tecnología, nuestros teléfonos inteligentes, o el hecho que lo demás sepan de nosotros y nosotros de ellos, está llevándonos a vivir de forma virtual nuestras vidas. Una vida de escaparate al alcance de cualquiera, sin distinguir quiénes son los que verdaderamente están interesados en lo que hacemos y quiénes no. Hoy en día mandamos nuestras fotos, en ocasiones íntimas, a cualquier persona, sin caer en la cuenta lo peligroso que puede llegar a ser.

    Una autora canadiense, Catherine L´Ecuyer, afirma en su libro, Educar en la realidad, «para un buen desarrollo de la personalidad, el ser humano necesita relaciones interpersonales» pp 46-47. Hoy en día, preferimos una pantalla a estar manteniendo una conversación con alguien de nuestro entorno.

    ¿Te has fijado la cantidad de familias, de parejas, de grupo de amigos que están en un restaurante y llega un momento, que sus ojos no levantan la vista de sus teléfonos inteligentes? ¿Hay necesidad de ello? Y digo yo, ¿para que han quedado si apenas se ven las caras?

    Desde luego, ese no es el camino para alcanzar un pequeño atisbo de felicidad. Adolescentes, jóvenes y adultos creen encontrar el camino de la felicidad consiguiendo la última aplicación tecnológica de moda y no nos damos cuenta que la felicidad no llega cuando conseguimos lo que deseamos, sino cuando sabemos disfrutar de lo que tenemos.

    Me ha gusto mucho releer este relato, de plena actualidad. Las fotos que lo acompañan son acertadas. Ayudan al lector a hacerse una idea de lo que va a leer a continuación. Coincido con la opinión de todos tus lectores.

    Un abrazo, Ampari y buena reflexión.

    Alberto

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  6. Muchas gracias Alberto por tus siempre interesantes reflexiones. Y por la cita de la autora canadiense, me ha gustado mucho. Por supuesto yo no critico a las personas que usan estas redes sociales, sino al a veces inadecuado uso que se hace de ellas y que nos alejan de lo que está pasando aquí y ahora. Un abrazo querido amigo y gracias una vez más por comentar mis relatos

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  7. Si no hubiera sido por mi telefonillo no hubiera podido leer el artículo escrito, imagino, en última instancia por alguien ya desconectado de las Redes de Araña Tecnológicas…
    Por tanto este comentario sólo lo leerán sus epígonos irredentos.
    El texto es simpático pero falaz.
    Como el cuchillo de cocina que se empeña en cortarme los dedos cuando laboro alimentos: yo no le dejo. Y punto.
    Tenía una novia…, bueno ella me tenía a mí, más bien…, digo, teníamonos y, como es normal, cada cual fue por su lado. Ella casóse una vez (y se divorció al fin); yo dos veces caséme y divorciáronse de mí otras tantas, con harto perjuicio de mi mente y erario. Mi adolescente novia, ya madura, contactó conmigo a través de lo que denominaba «Cara-libro», abriéndome al mundo de virtualidades que me rodean. Tuve, en su día, tres hijos. Tengo, en estos momentos, otros tres. Y aunque es cierto que tanto Facebook, como Instagram, Twitter, Periscope, «Guasap» (estoy un poco hartito de tanta nomenclatura anglófila) nos invaden, también reconozco que mi suegra, conocidos, eventuales compañeros y otras gentes marginales a mi existencia, me invaden y no puedo desconectarme de ellos tal como hago con las aplicaciones de mi móvil telefónico.
    Al autor del artículo le aconsejo que haga lo que yo hago: corro con el aparato por prados, playas, acantilados y montañas. Su GPS me localizaría en caso de infarto (por lo que voy proveído con dos pastillas de cafinitrina y un pequeño billete de euros, por si hubiera que coger, lejos, transporte de vuelta). Saco fotos. Oigo música. Me dan el recorrido en kms. Incluso me animan, si quiero. Acabo. Llamo a mi mujer. Me llaman del colegio de mi pequeño si le ha vuelto a dar la arritmia paroxística… Ya en casa, recupero la información en Runtastic. Y a mis tareas. Leo poemas, como el de Miguel Hernández que dice «…yo me ví bajo y blando en las aceras…¡qué rascacielos,…rascaleches…!».
    Escribo, cocino, pienso, hago Primitiva, estudio, ayudo a estudiar, voy a entierros (evito el mío) y comento artículos que están muy bien…
    Luego, a mis asuntos.
    Nada más.
    Y nada menos.

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  8. Pues sí, todo esto de las redes sociales nos lleva a una forma de vida que envenena las relaciones personales reales y que nos lleva a vivir para mostrar lo que hacemos, más que para disfrutarlo.
    Es un tema del que estoy bastante distanciado, no me atrae.
    Donde se esté el contarse cosas y compartir un rato dando un paseo, sentado frente el mar o delante de un café, que se quite todo lo demás.
    El tiempo nos dirá los efectos de todo esto.
    Gracias Amparo, por tu relato.

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  9. Por supuesto Miguel, estoy completamente de acuerdo con todo lo que dices, quizá por eso, respondiendo a tu pregunta de la felicidad, no sea plenamente feliz hoy en día, porque no me siento identificada con este mundo tan virtual en el que vivimos, aunque por otra parte se contrapone el hecho de que nos permite estar en contacto con personas de nuestro entorno que se encuentran en otros países. Creo que debemos aprovechar el lado positivo de las redes sociales sin renunciar por supuesto a las relaciones personales, que para mí son más reales y auténticas. Un abrazo y gracias por comentar cada post, me gusta que lo hagas porque valoro tu punto de vista.

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